La
noche de las animas
Este
relato se cuenta en muchos pueblos, con las lógicas variantes.
Antaño,
las fiestas de Todos los Santos y los Fieles Difuntos se celebraban
con especial recogimiento en el medio rural, así como con
respeto y un cierto temor. Afirmaban que, durante la noche, los
cementerios se llenaban de fuegos fatuos , y que la simple visión de
las llamas surgiendo de las tumbas sobrecogía el ánimo. No
obstante, nunca faltaba quien se diera de valiente y no se
impresionaba por esos y otros detalles. Uno de estos personajes cruzó
una apuesta entre sus amigos para demostrarles que él no tenía
miedo a nada.
La
apuesta consistía en que el valiente tenía que ir solo hasta la
puerta del cementerio, apartado del casco urbano, provisto de
martillo y puntas de gran tamaño, y clavarlas en la puerta de madera
que daba al camposanto , bien a su aire o formando una cruz. La
operación debía llevarse a cabo a las doce en punto de la Noche de
las Animas.
El
valiente aceptó, riéndose de sus compañeros, y estos quedaron
esperándole para comprobar si era capaz de ganar la apuesta en
cuestión.
Pero
avanzó la madrugada, sin que el hombre valiente hubiera regresado.
Entonces al amanecer sus amigos se trasladaron al cementerio para ver
qué había ocurrido, y allí se encontraron al protagonista de la
leyenda, muerto, sujeto por sus ropas a la puerta del cementerio.
Resulta que, con la oscuridad, no reparó en que se clavaba también
parte del traje, por el que quedó sujeto, y al querer abandonar su
empresa sintió que alguien le tenia agarrado fuertemente. E l miedo
y el terror fueron apoderándose de él hasta que llegó a su triste
fin.
Hay
en Aragón una forma muy especial de contactar con las almas.
Nuestra “ouija” particular es un plato lleno de judías sin
cocer. Si se deja en una habitación durante la Noche de las Ánimas,
el espíritu del difunto con el que se quiere contactar separará del
plato tantas judías como misas necesite para salvarse. Un ejemplo
más de cómo Aragón siempre ha tenido sus propias costumbres para
celebrar esta noche.
TRASMOZ
EN EL DÍA DE LAS ÁNIMAS
"Era
cabra y no oveja. Nadie le hizo caso y acabó ahorcado. Se incorporó
inmediatamente a las procesiones de ánimas que en la noche de todos
Santos siluetean Moncayo. En cada casa una vela por difunto, si lo
olvidas pueden aparecer tus trenzas cortadas. Tampoco trabajes o
pagarás con un cordero que insistirá en dirigirse sin remedio hacia
el camposanto.
Desde
que se ponga el sol no salgas a los caminos, no sea que te cieguen
las luces y no puedas llegar a tu destino y escucha esas voces que,
como la ruedas de molinos, suenan repetitivas y monótonas.
No
olvides poner el plato de sal y las tijeras abiertas con tus difuntos
y pon las calabazas con velas dentro. No te asuste el ulular
misterioso ni el lento tañer de de las campanas tocando a muerto..."
Texto
extraído del cartel del museo de la Brujería de Trasmóz.
Noche
de difuntos, la delgada línea que separa este mundo con el más allá
se estrecha hasta romperse permitiendo la entrada de las "animicas"
que quieren regresar. Pero ya es tarde, sus cuerpos no están y sus
familiares han de guiarles de vuelta a su lugar.
Las
campanas suenan a muerto y las calaveras iluminan el camino al
cementerio, una luz por cada vecino enterrado entre sus muros. Flotan
las velas en aceite en una súplica al cielo y se recuerda con
"estadales" blancos a los niños fallecidos, rojos para los
adultos (Trasmoz, noche de las ánimas)
"Venid
fieles a rogar por las ánimas en pena, que en prisiones y cadenas
padecen sin descansar..."
Son
ritos de origen celta para que las almas no vaguen en pena
que se cristianizan fundiéndose con la celebración del Día de
Todos los Santos, festividad cristiana que para encubrir costumbres
paganas se trasladó del 13 de mayo al 1 de noviembre y que precede
al Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre). Honramos así
conjuntamente a las fuerzas de la naturaleza que acortan los días
del invierno acercándonos al reino de la oscuridad, a todos los
santos conocidos y desconocidos y tras la noche de ánimas oramos por
los que ya no están y, sobre todo, por los que aún han de
purificarse para alcanzar el descanso eterno.
Trasmoz
es uno de los lugares del Moncayo donde puedes vivir esta noche de
manera tradicional, festiva y fantástica.